Jessica Bigio Oosterman
BBC Mundo
Miércoles, 30 de enero de 2013
Tiene agua, arena y brisa y no es un paraíso turístico. Se trata de la isla en forma de dona, o rosca, que quiere construir Bélgica para producir y almacenar energía eólica.
El país europeo persigue desde hace un tiempo el objetivo de eliminar gradualmente su producción de energía nuclear.
Esta finalidad cobró importancia a nivel mundial a partir de la crisis de la central de Fukushima, en Japón, luego de que una central se saliera de control tras el terremoto y tsunami que afectaron la isla.
Entre las posibles alternativas para lograrlo, producir energía eólica parece ser una de las más convenientes.
Las ventajas que ofrece extraer energía del viento son evidentes.
Es un recurso abundante, renovable, limpio y ayuda a disminuir las emisiones de gases de efecto invernadero al remplazar las centrales termoeléctricas que funcionan con combustibles fósiles.
Pero tiene un gran inconveniente: no se puede obtener bajo demanda. Su producción depende enteramente de las condiciones climáticas.
«Gran parte de la energía que producen nuestros molinos de viento se pierde cuando la demanda de electricidad no es consecuente con la producción», explicó Johan Vande Lanotte, ministro del Mar del Norte en Bélgica durante la exposición del proyecto en el puerto belga de Zeebrugge.
En el mismo evento, Lanotte explicó la naturaleza de la solución: una isla artificial en el mar del Norte a 3 km de la costa belga, destinada únicamente a producir y almacenar energía eólica.
La idea de este proyecto es que la energía producida por molinos de viento que no se utilice se emplee para alimentar una turbina de agua ubicada en el centro de la isla (por eso la forma de rosquilla).
Según los impulsores del proyecto, se estima que el proceso de construcción tarde aproximadamente unos cinco años.
Mediante la construcción de la isla, Bélgica espera producir 2.300 megawatts en su isla artificial, remplazando significativamente los 3.000 megawatts que producen hoy en día cada uno de los dos reactores nucleares que funcionan en el país.
¿Sueño o realidad?
El proyecto en cuestión aún no se ha concretado, pero se espera que se formalice a finales de este año para proceder con la construcción de la infraestructura requerida.
¿Pero logrará el objetivo que se propone?
Para Garreth Harrison, experto en ingeniería energética y catedrático de la escuela de ingeniería de la Universidad de Edimburgo en el Reino Unido, el mayor reto al que se podría enfrentar el proyecto belga es de índole económico.
Construir una infraestructura semejante podría suponer una inversión descomunal, le explicó a BBC Mundo.
En respuesta, Lanotte, en nombre de los impulsores del proyecto, señaló que el presupuesto estimado para la construcción de la isla artificial no se ha determinado todavía, pero que la intención es que los fondos provengan de firmas privadas.
Heikki Willstedt, director de políticas energéticas de la Asociación Empresarial Eólica (AEE), en España, concuerda con que para que el proyecto sea eficiente, tiene que ser rentable económicamente, por lo que una correcta estimación de sus costes y tener claro cómo se va a recuperar la inversión son temas clave antes de empezar a construir.
Otro aspecto a tener en cuenta es la evaluación de los impactos ambientales de la construcción de una isla de estas características, que, según le explicó Willstedt a BBC Mundo, podría ser un reto importante.
Otras posibles soluciones
Una de las posibles soluciones que plantea el académico es pensar en distribuir la infraestructura destinada a producir energía (en este caso, los molinos de viento) en distintos puntos, de manera en qué cuando el viento no sople lo suficiente para producir energía en un lugar, produzca en otro.
Harrison aclaró que esta alternativa podría ser poco práctica para Bélgica debido al pequeño tamaño del país – ya que posiblemente las condiciones climáticas sean muy similares a lo largo de su territorio – pero indicó que en otros países puede resultar eficiente.
Otra posible solución, mencionada por ambos expertos, es la implementación de un sistema de interconexión a nivel europeo.
«En vez de construir infraestructuras para almacenar energía eólica, podemos compartirla”, apuntó Harrison.
Willstedt concuerda: «en el caso europeo la mejor forma de solucionar este problema es empezar por mejorar las interconexiones eléctricas entre países», dijo.
«Un buen ejemplo es el caso de Dinamarca, que al estar bien conectada con Escandinavia y Alemania, su generación eólica excedentaria puede ser fácilmente absorbida por su vecino del sur, mientras que en momentos de menos viento puede recibir electricidad de origen hidráulico de sus vecinos del norte, Suecia o Noruega», añadió.
La energía eólica en el mundo
Aunque es difícil determinar con exactitud la importancia de la energía eólica en el mundo de hoy, es evidente que su producción tiende a crecer.
A mitad de 2012 se registraron 254.000 MW instalados en el mundo, con una capacidad de generación de 500 TWh al año, lo cual sería equivalente a casi el 3% de la demanda eléctrica mundial, explica Willstedt.
«Hay países que han superado el 10% de su demanda cubierta con la energía del viento: Dinamarca, Portugal, España (18,8% en 2012), Irlanda y Alemania. Antes de 2020 habrá nuevos países y regiones que podrían haber superado esta barrera, como son Reino Unido o la UE», dice.
Para la misma fecha, China y Estados Unidos podrían haber superado el 5% de su electricidad producida con eólica, sostiene Willstedt.
Para entonces se podrán sacar conclusiones sobre la viabilidad y reproducibilidad de la «isla dona» en otros lugares.
Fuente: BBC Mundo. Construirán una isla en forma de dona para almacenar energía.