Más de ocho horas de oscuridad, atados y amordazados van perdiendo la sensibilidad en sus extremidades, mientras sienten la violencia de un largo viaje en un espacio reducido donde es muy difícil respirar. El miedo los invade, no pueden pedir ayuda, fueron arrancados de su hogar y entran en shock.
Es la noche de la celebración de Reyes Magos de 2017, un hombre de 26 años viaja en un surubí con una unas pequeñas bolsas de mercado, ante la revisión en el Puesto de Control Técnico (PCT) de Confital en la carretera Oruro-Cochabamba, la Policía Caminera descubre el contenido: diez flamencos rosados.
Los flamencos rosados amarrados y metidos en bolsas de mercado. | Foto archivo | Los Tiempos
Luis Miguel se negó a dar más detalles y pidió un juicio abreviado, aunque es sospechoso de pertenecer a una red de tráfico. Este es el quinto proceso que se investiga penalmente por tráfico de animales.
Luis Miguel Ch. durante la audiencia cautelar. | Foto archivo | Lorena Amurrio
Las infortunadas aves fueron atadas y dobladas como trozos de tela, para que sus largos y delicados cuerpos de casi un metro ingresen dentro de unas inmundas bolsas de yute.
El daño en su organismo cobró la vida de tres de ellos y el resto estuvo más de un mes en fisioterapia para volver a sostenerse de pie.
Han pasado diez meses desde que las aves fueron derivadas al Parque de Aves y Centro de Custodia Agroflori.
El veterinario del lugar, Rodrigo Gómez, cuenta que tuvieron que ser creativos y crear arneses con pecheras para perro y poder ayudar a los flamencos a erguirse y que puedan ejercitar sus piernas.
«Ha habido días que los voluntarios han estado ocho horas agarrando a los flamencos de pie (…) Les hacían masaje en las patas, les limpiaban las heridas», recuerda.
El daño que les ocasionaron los marcó de por vida y no pueden volver al lugar de donde fueron secuestrados.
«Sería muy lindo que puedan volver a la vida silvestre, pero es muy difícil tanto las posibilidades de traslado que tendrían que ser las indicadas, pero no pasa en el medio. Y ahora son presa fácil para otro tipo de personas que quieren ganar plata sin hacer nada», señala Gómez.
Según la web Flamingos World, los huevos, plumas y carne de los flamencos es apetecida por los cazadores.
El flamenco es una de las 125 especies catalogadas como vulnerables en el Libro Rojo de la fauna silvestre de vertebrados de Bolivia, publicada por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua en 2009.
En lo que va del año, 196 animales silvestres fueron decomisados en Cochabamba, según los datos que el director departamental de la Policía Forestal y Medio Ambiente (Pofoma), Daniel Álvarez, brindó a los medios la anterior semana.
El 2016, 312 animales fueron rescatados, según la información del responsable del Proyecto de Biodiversidad (Probio) de la Gobernación, Rodrigo Aguayo.
En el departamento sólo existen dos lugares para derivar a los infortunados animales: el Centro de Atención y Derivación (CAD) en Cercado y el Parque de Aves Agroflori,ubicado en la zona Tres Chorros, a la altura del kilómetro 12 a Quillacollo.
El refugio para los sobrevivientes
Agroflori tiene dos hectáreas de extensión donde cobijan a más 600 aves y otros animalitos de 70 especies diferentes, el 80 por ciento fue entregado por Pofoma tras los operativos.
El lugar comenzó como un invernadero hace tres décadas, poco a poco se convirtió en refugio y hace algo más de cinco años se abrió al público.
Hace treinta años, estaba lleno de árboles, ahora el espacio queda como una mancha verde rodeada de tierra.
El parque está lleno de árboles y vegetación, los refugiados relatan a través de sus cicatrices y comportamiento las historias de terror que los llevaron fuera de su ambiente.
En muchos casos la domesticación a la que fueron sometidas las aves las hace más vulnerables en un entorno silvestre, incapaces de buscar comida por su cuenta o reconocer a sus depredadores, incluso corren el riesgo de ser capturados de nuevo, al haberse acostumbrado a la presencia humana.
Mientras se trata de recuperar la salud de los animalitos y en algunos casos que se haga efectiva su reincorporacón a su hábitat, trasladarlos a un lugar más amplío, son custodiados y cuidados en jaulas.
Firme y sin dudas, Marcelo Antezana, fundador de este lugar, coordina las actividades y dedica su tiempo a cuidar a los seres vulnerables que habitan el parque.
Su amor por esto nació hace mucho tiempo cuando trabajaba como mecánico de la desaparecida aerolínea Lloyd Aéreo Boliviano (LAB).
«Yo era mecánico del LAB y me mandaron al trompillo en la época de los 80’s. Entonces veía como legalmente se sacaban cantidades de loros de Bolivia, exportados con papeles y permisos (…) Terminé de ser mecánico y subí a ingeniero de vuelo y en todos los aeropuertos que me tocaba revisar el avión, que era a diario, veíamos que en los buzones se continuaba mandando. O sea que Bolivia ha sido uno de los países que más ha depredado su fauna», recuerda.
Las leyes cambiaron, el tráfico y tenencia ilegal de animales silvestres es un delito equiparado con el tráfico de drogas y armas.
Todos los refugiados en Agroflori reciben alimentación diaria, además de los cuidados médicos.
“Nosotros gastamos entre 500 a 560 dólares semanales en comida, tenemos que pagar veterinarios, los insumos, todo lo que son medicamentos, un montón de productos especiales para los loros, son muy caros y no tenemos, siempre ha salido de mi bolsillo y ahora de mi socia también”, señala Antezana.
Para manterner el lugar, Agroflori abre sus puertas al público los fines de semana. El recorrido cuesta 20 bolivianos y también se recibe una explicación guiada.
“Visítenos, esa entrada nos ayuda a mantenernos. Estamos creciendo, estamos haciendo un aula donde vamos a pasar filmes, vídeos, ya no queremos que los niños vengan sólo en la mañana, queremos que los niños vengan a saber qué animales se han extinguido, cuales están en peligro, que sea una clase de ciencias naturales”, apunta Marcelo.
Durante la semana, Agroflori recibe visita de estudiantes que llegan con sus profesores para escuchar la explicación y conocer un poco de la realidad de las aves.
En Agroflori están convencidos que la educación y generar conciencia sobre el maltrato animal es la forma en que se puede terminar el contrabando de animales para que en un futuro deje de ser necesario tener espacios de acogida.
Loros, los más tráficados
Entre todas las aves que hay en Agroflori, el 70 por ciento son de la especie psitaciforme, de la familia de los loros.
Esta cifra no es sorprendente ya que es un ave que trafican para ser domesticada como mascota, una de las principales amenazas para ellos.
El fundador del parque cuenta que muchas veces dejan cajas con loros en la puerta y se suman a los decomisados en los operativos de las autoridades.
Según los datos publicados por el Gobierno en 2011, los loros representan el 24 por ciento de especímenes decomisados por la Dirección General de Biodiversidad y Áreas Protegidas (Dgbap).
Muchas personas, que tienen loros, tratan de justificarse señalando que son bien cuidados, pero por cada animal vendido vivo, otros 10 tuvieron que morir en el proceso, señala el libro de Tráfico ilegal de vida silvestre publicado por el Ministerio de Medio Ambiente y Agua en 2013.
«Un loro es un animalito destructor en la vida silvestre porque pica las maderas, los árboles y en una casa se come la mesa, la silla de la abuelita. La señora se enoja, le tira un palo, viene el perro y lo masca. Esa clase de animales no es para tenerlos en los domicilios privados», apunta Antezana.
Durante el recorrido en el refugio llegamos a una jaula, y un lorito sin plumas en la cabeza nos observa atento.
«Le han echado agua hervida, le han quemado toda la piel de su cabeza. Ese animalito no puede volver nunca más a la vida silvestre, está improntado (vinculado) con los humanos», cuenta el fundador de Agroflori.
En otra jaulita, nos mira otro con pico chueco. Su historia: dislocaron su mandíbula. Ahora, la pequeña ave depende de las personas que lo alimentan.
A su lado, otra ave verde no tiene plumas en su pecho y se puede ver unas marcas en forma de panal que se da al arrancarse el plumaje.
Marcelo cuenta que las aves son como niños de sies años, que cuando son maltratados se autolesionan. «Es una forma de suicidio», sentencia.
Por desgracia estos animales recuperados llegan con limitaciones físicas y de comportamiento, la más seria es la domesticación. El animal reconoce al humano como guardián y alimentador, y pierde su capacidad de reconocer a sus enemigos y seleccionar sus alimentos en un ambiente natural.
Esto hace que se pierda la esperanza de su reinserción en su medio natural. Una vida sin poder regresar a su hábitat es su destino.
En Agroflori cada uno de los especímenes evidencia sus historias de cautiverio, domesticación y otros evidencian que en Cochabamba la personas comenzaron a invadir el hábitat de animales silvestres.
Fuente: Los Tiempos. Agroflori: una oportunidad para preservar la vida silvestre y generar conciencia.